Hay veces que piensas en dejarlo todo, en pasar de todo.
Quizá tumbarte y no hacer nada más.
O perderte por la ciudad o el campo, sin más objetivo que pasear o “estar” y punto.
Hay veces (muchas) que se pasa mal. Estás “out”. No quieres saber nada de nadie.
¿Y sabes qué pienso?
Deberíamos aprender a NO fingir que no pasa nada
Ya sé que cada situación es diferente y tiene sus variables, y puede haber una justificación ideal para sobreponerse y aparentar normalidad.
Pero creo que deberíamos normalizar este estado.
Más aún, deberíamos aceptar y respetar cualquier estado que no sea jovialidad y alegría, que parece que no mostrarnos súper felices nos tilda de fracasados o inferiores.
Es como un halo oscuro que te rodea y te expone desagradablemente ante los demás.
Es curioso cómo, a pesar de que nosotros mismos no estamos boyantes de energía y entusiasmo en todo momento, hemos aprendido a que es como debemos aparentar y como esperamos que los demás se muestren.
Si conseguimos ver igual de normal (y a veces necesario) un estado 🙂 que un estado 🙁 quizá nos resulte más fácil dejar de esforzarnos en aparentar algo irreal.
No estoy diciendo que cualquier estado sea aceptable, puesto que podemos estar hablando de depresión o de ciertas conductas dañinas o peligrosas.
Me refiero dentro de lo saludable.
A veces, estar reflexivo o triste o angustiado o ansioso…
Puede servirte de catapulta para conseguir algo, porque ese estado anímico te ayuda a percatarte de ciertas cosas, cambia tu perspectiva, puede darte luz sobre algún problema…
Toda emoción existe porque tiene su utilidad. Y los estados de ánimo derivados continúan con el objetivo de conseguir ciertos resultados.
No es que todo sea súper matemático, obviamente, pero sí que sirve dejarle espacio a esas sensaciones “no agradables”.
Ser “explosivamente feliz”, como reza el nombre de la web, no significa, como quizá pueda pensarse, que vas a estar 😀 siempre. Rezumando buen rollo por todos tus poros, con una sonrisa de oreja a oreja y bailando de alegría perpetuamente.
Vas a tener días malos y días horribles. Sí, y buenos también 😛
¿Qué tal si les damos la mano a todas esas sensaciones tan jodidas y les decimos “Venga, puedes pasar, ya me contarás por qué has venido a hacerme una visita”? 🙂
¿Qué tal si nos permitimos estar ariscos, nerviosos, tristes, pensativos, lúgubres incluso…?
¿Qué tal si también se lo permitimos a los demás?
¿Significa eso que no podemos animar a alguien o intentar hacerle sentir de otro modo (mejor)? Claro que no, por supuesto que podemos.
Pero no por intentar cambiar algo que está mal en ellos. Sino más bien como una forma de agitar la mano y decir:
“Hey, estoy aquí, te comprendo y respeto que estés así; por si acaso te ayuda o te sirve de algún modo, te digo estas palabras. Ya me dices si te gustan o prefieres que tire por otros lares, o directamente que te deje a solas con tu comité de pensamientos”
¿Lo pillas, más o menos? 😉
Y si alguna vez, como comentaba antes, está justificado que no muestres tu estado real. Ok. Hazlo. Pero que no sea la regla general en tu vida.
Te vas a sentir infinitamente mejor expresando lo que verdaderamente sientes y quieres, que lo que “supuestamente” se espera que expreses, o lo que haga sentir mejor al que tienes delante o al lado.
Cuando ocurre una emergencia en un avión, la recomendación es que la máscara de oxígeno sea para ti PRIMERO. Luego, una vez estable, puedes ponérsela a tu hijo o ayudar a mantener la calma o lo que sea. Pero primero vas tú. Así que, por regla general:
Prioriza ser “políticamente” correcto contigo antes que con los demás 🙂
Hola Lau!
Otro articulazo (qué sorpresa). Me parece muy bien lo que sugieres. Creo que efectivamente puede ser muy sano para la persona exteriorizar todo tipo de sentimiento. Sin embargo, he echado de menos una mención de lo contrario (bueno, sí lo has mencionado, pero de pasada: “Ok. Hazlo. Pero que no sea la regla general de tu vida.”). Creo que hoy en día mucha gente se queja a la mínima, todo el tiempo, casi por inercia. Eso tampoco es bueno, genera un ambiente un poco tóxico y hartazgo en las personas que la tienen que escuchar día tras día. Y en muchas ocasiones la persona en cuestión ni siquiera se queja porque se sienta especialmente mal, sino que lo que busca es un poquito de atención. Eso lo vemos en las redes sociales A DIARIO.
En fin, solo quería poner un poco de atención sobre el extremo contrario de lo que dices en maravilloso artículo 😉
Un beso!
Hola Gonzalo, qué ilu verte por aquí ^^
Me alegro de que te haya gustado lo que he escrito. Respecto a lo que comentas, sí es cierto que desarrollar adicción a la queja como estrategia para sentirse mejor no es nada sano. La verdad es que al escribir el artículo estaba pensando en personas que no tienen esta costumbre, sino más bien al contrario, por eso solo he mencionado un par de veces el tema de que en ciertas situaciones está plenamente justificado que no muestres un estado de ánimo negativo.
Pero sí, una persona que utilice la queja por defecto quizá tendría que centrarse en focalizar en los aspectos positivos de su día a día y en hacerse consciente de cuándo se queja, por qué, en qué sentido le hace sentir mejor, cómo podría sentirse mejor de otras formas…etc. Y si se queja por recibir mera atención, necesita aprender a buscarla de otros modos, a expresar lo que siente sin ese tipo de indirectas tan desagradables, quizá a quererse más y no depender de esa atención… Es difícil emitir una respuesta tan general 🙂
Y sí, las personas de su entorno pueden acabar hasta el mismísimo. Según como sea la relación entre ellas quizá podrían hacérselo ver, siempre desde la comprensión y la apertura, pero entiendo que puede hacerse complicado según la situación de la susodicha persona quejosa jeje.
Muchas gracias por la aportación, Gonzalo, muy buen punto, que no había tenido en cuenta además 🙂
Un abrazote!
Totalmente deacuerdo con la entrada. 🙂 Se nos olvida tanto esto, que no sabemos cómo lidiar con las sensaciones chungas de la vida. Y lo peor que como no sabemos lidiar con las nuestras, tampoco sabemos lidiar con las de otras personas y en lugar de mostrarnos empáticos y acompañar (o no, como bien has dicho), al final nos alejamos, vetamos a esa persona como si no existiera con tal de no aceptar que la vida va de esto también. 🙂
:)))
Y tanto que se olvida…
Sí, al final salpica a todo el mundo. A nosotros mismos primero y luego a los demás. Pero bueno, muchos nos acabamos percatando, poquito a poco, pudiendo ayudar más tarde a expandir la semilla del “darse cuenta”. Eso es bonito 🙂