¿Alguna vez te han dicho algo así?:
“Estudia lo que te guste, intenta hacer aquello que te llene… mientras puedas… Porque la realidad es que seguramente tengas que dedicarte a algo que no te gusta”.
Hay muchas personas que tienen asumido que lo normal es trabajar en algo que no te gusta, incluso que te desagrada
De hecho, esto es comprensible teniendo en cuenta que, efectivamente, la mayoría de la gente se gana la vida con algo que no le motiva ni le reporta significado alguno.
Es algo común el pensar que el trabajo tiene como única función mantenerte con vida gracias a la compensación económica.
Ya sé que no se debe generalizar, que cada caso es diferente, tiene su historia, etc.
Que el contexto importa, que uno no elige las circunstancias en las que nace ni muchas veces es responsable por completo de a las que se dirige.
Que hay trabajos que casi nadie haría gustosamente teniendo cubiertas las necesidades básicas.
Que no todo es “Vive tu sueño, encuentra tu pasión, todos podemos hacerlo”, y demás mensajes supra-optimistas.
Cada persona es diferente, tiene su historia personal y se ha convertido en lo que es como consecuencia de todos los estímulos que ha recibido desde el momento mismo de la fecundación
Es muy fácil tildar a alguien de agresivo, desagradable, insensible, tonto…
Pero cuando te haces consciente de que hay tantas cosas que no dependían de esa persona que han hecho que sea como es ahora…
De que quizá esa persona ha tenido que desarrollar unas estrategias de interacción con el mundo un tanto inhóspitas y extremas para sobrevivir…
De que quizá su cerebro no funciona como el tuyo sencillamente porque no pudo desarrollarse en condiciones debido a su entorno…
Cuando comprendes que uno no puede ser maniqueo cuando se trata de valorar las conductas de otras personas, es entonces cuando aprendes a desarrollar una tolerancia hacia los demás bastante mayor a la que tenías antes.
Aprendes a escuchar y pensar más antes de hablar.
Aprendes a adaptarte a los contextos de los demás cuando se trata de intentar ayudarles.
Y aprendes, sobre todo, que muchas veces no necesitan que les digas qué hacer o pensar, sino trabajar para que creen la confianza necesaria para poder elegir por ellos mismos las mejores opciones.
Y si se equivocan, será su aprendizaje, su camino y su responsabilidad.
Construir tu propia confianza y tu seguridad, y responsabilizarte de aquello que está en tu mano, siendo capaz de gestionar tus propios procesos, es algo que te da alas
Dejando a un lado todo aquello que cae fuera de nuestra área de acción o de influencia, la mentalidad que desarrollamos (y que puede modificarse) es un pilar fundamental en nuestra evolución personal.
Evidentemente, las personas de nuestro entorno influyen mucho en nuestra propia mentalidad. De ahí la importancia de rodearse de la gente adecuada que te enriquezca personalmente y te motive a crecer y superarte.
En última instancia nosotros creamos nuestras propias autolimitaciones y creencias que nos dirigen en nuestra conducta cada día.
Y todos tenemos miedo.
Dado que cualquier proyecto que queramos emprender va asociado a numerosos riesgos, aparte del esfuerzo y constancia implicados, a veces nos limitamos a auto-justificarnos y mentirnos para no sentirnos mal.
¿Mal por qué?
Porque no lo intentamos de verdad.
Así podemos quedar bien ante los demás. Es una forma de protegernos.
Pero sobre todo quedamos bien ante nosotros mismos.
Es la excusa para no actuar.
Así eliminamos el miedo a fracasar y a decepcionar a los demás.
Hay infinitos modelos de negocio, de trabajo y, en definitiva, de vida.
No todos son para todos. Cada uno debe encontrar, a base de exploración, prueba y error, aquel con el que se sienta más cómodo.
Pero, por favor, no dejes de intentar conseguir una situación mejor por estar ahogado en pensamientos tipo: “Es lo que hay”; “La cosa está muy mal”; “Es lo que me toca”; “La vida es sufrimiento”; “Hay que sacrificarse”… etc.
Y mucho menos les inculques esas ideas a los demás.
En este sentido vendrían muy bien los pequeños ejercicios que te planteaba en el artículo anterior acerca de percatarte de cómo te expresas y comunicas. Ya no solo contigo mismo sino con los demás.
Qué clase de “coletillas” usas con los demás, qué creencias limitantes manifiestas, qué afirmaciones de “pensar en pequeño”, conformismo o “culto al sufrimiento” transmites…
Por favor, no fomentes que otros no crean en su potencial ni en un objetivo grandioso
No digo que les azuces a que creen castillos en el aire. Ser realista es necesario.
Pero deja que sean ellos los que se impongan sus propios límites. No tú.
Mi mensaje es:
Sé tolerante y comprensivo. Siéntete afortunado por lo que eres, tienes y vives. Comparte y acompaña. No fuerces. No juzgues. Fluye.
🙂