¿Has visto la película “Gordos”? Me encantó. Creo que tiene mucha miga. Te la recomiendo 🙂
No sé cuánto habrás leído de mi hasta ahora, igual ya te has dado cuenta… Si no, te lo digo de todos modos: me encantan las preguntas, las buenas preguntas, claro.
Las preguntas adecuadas pueden cambiarlo todo
Para mí son como llaves que abren puertas; puertas que ni siquiera sabías que estaban ahí; puertas que dan acceso a respuestas. No tienen por qué ser respuestas obvias, de hecho no suelen serlo. Supongo que sería muy aburrido si fueran obvias.
Estas respuestas se parecen más al modo en que aprendemos el significado de algunas palabras complicadas desde niños. Aunque nunca lleguemos a leer su significado en un diccionario o preguntarle a alguien qué significa, de alguna manera, por nuestra experiencia, terminamos averiguando lo que transmiten. Las usamos, a veces no muy acertadamente, pero aprendemos lo que quieren decir.
Es curioso porque no es extraño el descubrir que ni siquiera somos capaces de definirlas bien, o nos cuesta un buen rato. Sin embargo, sabemos usarlas perfectamente.
Pues algo así ocurre con lo que encontramos tras las puertas que abrimos con las llaves de las buenas preguntas. A veces, simplemente, lo sabes, sin más.
Te hablaba de la película “Gordos”. Hay una parte en la que se hace la siguiente reflexión:
Todos somos seres contradictorios. Necesitamos la contradicción como paso previo para averiguar las cosas que queremos, o que ya no queremos.
¿Qué es eso que te condiciona pero que tanto adoras?
¿Qué es eso que adoras pero que tanto reprimes?
¿Qué es eso que reprimes pero te libera?
¿Qué es eso que te libera pero te condena?
¿Qué es eso que te condena pero amas?
¿Qué es eso que amas pero rechazas?
Si eres de rayarte, lo siento, con esto tienes para un rato 😉
Hay preguntas que te hacen sentir incómodo, que te remueven algo por dentro
En mi opinión, esas son las mejores. Porque esa incomodidad significa que hay algo importante por descubrir o resolver. Algo por aprender. Significa que ha aparecido ante ti un espacio en el que puedes conocerte un poco más, y en el que puedes crecer.
Explorando lo desconocido
Esa incomodidad es una oportunidad para salir de la archiconocida ZONA DE CONFORT.
Porque es fuera de esa zona de comodidad donde vas a toparte de bruces con lo que eres en lo más profundo de ti, tan profundo que ni siquiera percibías un atisbo de su existencia
Puede que no te guste lo que encuentres, pero es el paso necesario para aprender cómo funcionas, para aceptarte y en última instancia para cambiar, dentro de lo posible, si es lo que quieres.
A esto es a lo que me refería en el título. Has oído hasta la saturación eso de que salir de la zona de confort es casi mágico, que allí fuera es donde ocurren las cosas extraordinarias, donde evolucionas, donde te enfrentas a tus miedos y desarrollas tu valentía y tu capacidad de superación.
Y yo estoy totalmente de acuerdo 🙂
Pero reconozco que no es nada fácil. Cuando las dificultades vienen a ti y no tienes más remedio que enfrentarte a ellas, no queda otra. Es en esos momentos en los que descubres de qué pasta estás hecho y resurges tras la tormenta casi como un héroe (si es que no pereces en el intento, que aunque no es algo agradable de decir, puede pasar).
Pero si esas dificultades no ocurren, no es fácil salir a buscarlas. ¿Quién quiere luchar contra peligros si puede quedarse tranquilito en su burbuja? Lo malo es que muchas veces,
Esa burbuja en la que vives no te hace feliz, solo te aporta un entorno gris en el que todo sigue aparentemente igual
Y te convences de que así está bien, de que no necesitas nada más, de que no merece la pena salir.
Es cierto que fuera te esperan dificultades, pero ¿y lo demás? ¿Y todas las cosas buenas? ¿De veras crees que no compensa?
Y no solo porque te ocurran cosas maravillosas, que ocurrirán, sino porque es precisamente con las situaciones más horribles con las que más aprendes y te conoces y creces.
Porque gracias a esos desastres aprendes a apreciar muchísimo más cada pequeño detalle. Porque te enseñan a valorar de verdad.
Como rezaba una canción de Mägo de Oz:
Cuando oigas a un niño preguntar por qué el sol viene y se va, dile porque en esta vida no hay luz sin oscuridad
Es increíble la enorme cantidad de sensaciones que podemos tener, buenas y malas, maravillosas y aterradoras. Intenta tomar consciencia de ello cuando sientas con intensidad. ¿No es, de alguna manera, extraordinario el poder sentir eso, tan real, tan corporalmente? Eres tú quien crea eso, con esa fuerza. Tienes un poder enorme. Y por si fuera poco, eres capaz de hacer sentir a otras personas.
Date permiso para experimentar el “más allá” (de lo que conoces)
Salir de tu zona de confort significa vivir, en lugar de sobrevivir
Y no te confundas, no tienes que hacer locuras (al menos al principio, o todo el rato), porque un pequeño gesto de incomodidad puede ser suficiente. Por supuesto, también depende de cada persona y su baremo de tolerancia al disconfort.
# Puede ser un viaje.
# Puede ser saludar a un desconocido, y quizá iniciar una conversación con él.
# Puede ser ponerte a bailar aunque te dé una vergüenza horrible, porque en el fondo te apetece.
# Puede ser apuntarte a ese taller, aunque solo sea por experimentar algo diferente. Igual hasta te gusta o hace que descubras otra cosa que te llama.
# Puede ser decirle a ese amigo cuánto lo aprecias.
# O pedir perdón.
# O dejar de salir con gente que no te aporta nada, solo porque es lo que llevas haciendo siempre.
# Vestirte de esa manera que nunca te has atrevido.
En fin, hay tantas opciones como quieras. Lo genial es que cada pequeña incomodidad a la que te enfrentes será una conquista que pasará a formar parte de tu zona de confort, poco a poco.
De modo que tu zona de comodidad se irá haciendo cada vez más grande, y eso te dará fuerzas para ir un poquito más allá. Cada vez más fuerte, más invencible
Al final no estás conquistando otra cosa que a ti mismo. Ese tú que sale a flote solo bajo determinadas circunstancias.
Quedarte en tu burbuja puede parecer muy alentador: un lugar confortable y seguro. Pero la realidad es que quedarte ahí dentro acabará haciendo que te quedes enquistado siempre en lo mismo, tanto lo bueno como lo malo. Todo cada vez más gris, más neutro. Lo malo dejará de ser tan malo, pero lo bueno también.
Somos seres cambiantes y en movimiento. Si dejas de exponerte a estímulos, dejas de usar los sistemas creados para dar respuesta a tales señales y, por tanto, se atrofian. De alguna manera, tú te vas atrofiando.
Si dejas de usar el cerebro para resolver problemas, olvidarás cómo se hace. Si dejas de usar una parte de tu cuerpo, llegará un momento en que no puedas usarla.
No dejes de estimularte de todas las formas que puedas. A tu ritmo, a tu modo, como sea pero hazlo.
No dejes que las cosas pierdan sentido. Sal ahí fuera y encuentra ese sentido. Hazte ese regalo y comparte con el mundo tus descubrimientos 🙂