¿Naces o te haces?

¿Tú qué opinas? ¿Somos algo fijo o podemos ir cambiando cosillas?

Probablemente intuyas cuál es la respuesta corta: las dos cosas.

Naces con una genética determinada, pero el entorno influye muchísimo más de lo que muchos piensan.

Y el entorno no es sólo el lugar en el que vives, sino la familia, los amigos, la educación, las experiencias vividas, los pensamientos, los sentimientos, los actos…

Todo ello influye hasta tal punto que modifica, literalmente, tu genética. Es lo que se conoce como epigenética, de hecho.

Digamos que tu entorno puede silenciar determinados genes, despertar otros, incrementar la expresión de otros tantos, reducir la de otros varios… ¿Ves la importancia del ambiente en lo que eres?

Así pues, podemos decir que

Tu genética nace y tu epigenética se hace

Obviamente la historia es más complicada que este mini-resumen. Por ejemplo, las modificaciones epigenéticas empiezan a ocurrir en el propio desarrollo gestacional, no solo a partir del nacimiento.

Además, parte de ese bagaje de información que traemos al mundo contiene aprendizajes heredados de generaciones anteriores, muy reforzados por su éxito en la supervivencia.

Naces con instintos, memorias, reflejos…

En definitiva, con recursos útiles y probados para asegurar que sobrevivas, sobre todo en las primeras etapas de tu vida, en las que eres más vulnerable.

Conforme creces y vas interactuando con el entorno, vas aprendiendo, automatizando respuestas y creando e integrando hábitos, que no son más que uno de los métodos de automatización de conductas que poseemos.

Cualquier hábito que incorpores dejará una huella imborrable a nivel de conexiones neuronales

Primordialmente en forma de memorias emocionales.

Por esta razón un hábito nunca puede destruirse del todo; esto es importante: siempre quedará una reminiscencia de esas conexiones que tuvieron su función una vez. Porque por muy desadaptativo que te parezca un hábito, tiene su porqué y es un porqué “útil” de alguna forma, o así lo entiende el cerebro.

Por ejemplo hacerte la víctima permite que recibas atención de los demás. A esto me refiero con que todo tiene alguna utilidad, algún porqué.

Esta idea de que un hábito no se destruye del todo puede ayudarte a que te conciencies de las posibles recaídas que puedas tener en relación a hábitos negativos o no saludables en cuya desaparición hayas estado trabajando. Es algo con lo que tienes que contar.

Pero no te deprimas por esto. No significa que todo está perdido ni muchísimo menos. Solamente que si recaes en un mal hábito, es algo normal y que tiene su explicación.

Con este conocimiento puedes diseñar una mejor estrategia de hábitos, focalizándote en aquellos puntos clave más débiles que tienes que controlar o evitar.

Además, aunque los hábitos no pueden destruirse del todo, sí que pueden reducirse a su mínima expresión, también pueden modificarse o sustituirse.

Y, por supuesto, pueden crearse nuevos hábitos fortalecedores de conductas que quieres y que compiten con esas otras no tan halagüeñas asociadas a los hábitos menos buenos.

Es decir, puedes promover cambios positivos en tu vida trabajando sobre esta base.

Así que podría decirse que eres una pequeña parte “lo que naces” y una gran parte “lo que haces”.

En tu mano está el construir muchos elementos de tu vida a tu gusto

Por supuesto, un gran poder conlleva una gran responsabilidad 🙂

Y la responsabilidad es precisamente la habilidad para responder. Habilidad que puede entrenarse, como cualquier otra.

Siempre va a haber cosas que se salen de nuestras áreas de control o influencia, es decir, que caen fuera de nuestra responsabilidad (o habilidad para responder), pero en aquellas cuestiones que sí dependan de nosotros de alguna forma, podemos ejercer nuestra voluntad y trabajar para lograr los objetivos deseados.

Haz de ti lo que quieras, siempre que puedas responder

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