¿Sabes esa sensación en la que el cuerpo te dice “por ahí vas bien” o “por ahí no”?
Puede ser en el estómago, en el pecho, en la garganta… donde sea.
¿Qué pasaría si solo siguiéramos adelante cuando esa sensación nos dice “sí”?
¿Sería fiable?
¿Nos iría mejor?
Yo creo que, de alguna forma, sabemos distinguir (o podemos aprender a detectar) cuándo es la sensación buena, la que nos da un estímulo útil para decidir qué hacer o qué no hacer…
… y cuándo es una amalgama de nervios o impulsos aleatorios que no nos sirve de mucho.
Hay que tener cuidado, sin duda, a la hora de hacerle caso a esa brújula interna emocional, pues quizá esté trastocada por algún motivo: mucho estrés, ansiedad, demasiado entusiasmo…
No es que sea un método infalible guiarse por esas sensaciones, pero creo que se puede aprender a identificar y usar.
Así, poco a poco, te aseguras de hacer y ser lo que quieres en cada momento.
Cambiando lo que consideres, cuantas veces quieras. Ya sabes que somos seres cambiantes.
Al fin y al cabo, se trata de probar y probar hasta ir dando con lo que nos hace tilín… ¿no? 🙂
Solo tienes una vida, así que ¿por qué no exprimirla?
Es más, creo que no importa tanto el “saber” exactamente quién (quienes) eres como el SER en cada momento lo que quieres y sientes, aunque sea distinto del minuto anterior.
No sé si me sigues, pero la idea es perderle el miedo a explorar y experimentar, dentro de unas mínimas condiciones de seguridad evidentemente (lo doy por obvio).
Ser todo lo que quieras y ya luego decidir con qué te vas quedando
Cuando no actúas como te gustaría o no dices las cosas que te apetecería decir, algo no va bien.
Cuando ves a alguien “diferente”, quizá haciendo cosas poco aceptadas en tu grupo cercano, pero que te inspira cierta envidia por tener la valentía de actuar así, algo no va bien.
¿Por qué? Porque probablemente estás reprimiendo algo o evitándolo. Algo que quieres. Ya sea decir o hacer o transmitir de algún modo…
Por otro lado, y muy ligado a esto que acabo de contar, está la necesidad de aceptación y aprobación de los demás que muchas veces tenemos, incluso sin percatarnos de ello (normalmente no pensamos que tengamos una “necesidad”).
A ver, a todo el mundo le gusta ser aceptado y que sus ideas sean aprobadas y valoradas. A nadie le amarga un dulce, como se suele decir.
Pero una cosa es que te agrade recibir aprobación y apoyo, y otra que si no los consigues te hundes, te sientes muy mal, etc.
Cuando tu sensación de bienestar depende de los demás, de que te digan lo bueno que es lo que propones, o lo de acuerdo que están con tus ideas, entonces tu estado de ánimo fluctúa locamente según las reacciones ajenas. Y no, esto no mola.
Si tienes este tipo de dependencia, tu “estar bien” no te pertenece del todo.
No es que no puedan (y deban) afectarte las opiniones y devenires de otras personas (más si son familia o amigos), pero hay una enorme diferencia entre empatizar (y comprender) y estar a merced de quién sea
Ese “ser tú” del que tanto hablo implica precisamente completitud (eres algo completo), independencia y autonomía.
El mensaje de hoy es que te investigues y aprendas a interpretar las señales de tu cuerpo, que pruebes y pruebes y pruebes experiencias, que no tengas miedo a ser distinto a ayer, y que vayas hallándote poco a poco “en tu salsa”, dándole la importancia justa a los mensajes del entorno.
No dejes de ser todo lo que quieras (siempre con realismo y la progresión adecuada, claro ^^) y no tengas miedo a jugar y explorar.
Palabras mágicas: jugar y explorar 🙂
¿Y si involucramos más estas dos palabritas en cada cosa que hagamos?
¿No sería más divertido?
Total, por intentarlo…
😉